LA MÁQUINA DEL TIEMPO PERDIDO. (cuento sobre la educación tradicional)
LA MÁQUINA DEL TIEMPO PERDIDO.[1]
(cuento sobre la educación tradicional)
Sin
saber cómo, pero así fue; un día un joven estudiante encontró la manera de
hacer un viaje en el tiempo y explorar como sería estudiar en una escuela de
otra época. Este niño de seis años se subió a su máquina, viajo en el tiempo y
justo llego en el primer día de clases.
En
la mañana de este día el estudiante debe ingresar a la institución. Ha sido envido allí por su
familia para que aprenda aquello que necesita para vivir en sociedad. A su llegada
el joven encuentra un “claustro” perfectamente delimitado del exterior; para
que no se salgan los de adentro ni se entren los de afuera. Se pregunta: qué
pasaría si otros niños como el quisieran entran a la escuela? muy seguramente no lo podrían hacer. Al indagar
sobre tanto aislamiento, se le explica que fuera de esos muros hay muchos
peligros y que dentro de ellos se construye el saber. Ya en la mente de nuestro joven estudiante se
va instalando la idea de que el conocimiento el algo exclusivo de la escuela y
de un sabio maestro. Además, que en la escuela lo van a marginar del exterior.
Él se hace a la idea, porque así se lo hacen creer, que fuera de esos muros
existe una sociedad corrupta de la cual él debe aislarse y con lo cual es mejor
no tener mucho contacto.
Al
ingresar al claustro es recibido por una persona a cargo que lo conduce a un recinto
y le asigna un lugar para que deposite sus pertenencias y se acomode para
escuchar las lecciones. El joven obedientemente se deja conducir, toma el lugar
asignado y escucha atentamente. Para él esta es una situación un poco rara ya
que a pesar de que al parecer todos provienen de lugares diferentes, sus padres
se dedican a cosas diferentes e incluso nadie le pregunto qué quiere hacer;
todos deben hacer lo mismo. Al parecer en esta escuela las expectativas,
inquietudes o necesidades de los estudiantes no cuentan. El estudiante pensaba
para sí mismo: “seguramente más adelante nos preguntaran lo que queremos
aprender”.
Para
un niño de seis años el mundo parece muy grande, y mucho más viajando por el
tiempo a esta nueva época. Realmente quería comentarle a alguien todo lo que
quería saber. Pero tan solo otros niños parecían interesarse en eso.
De
repente la persona a cargo comienza a hablar y saluda. Como es la primera vez
que esto ocurre los niños responden el saludo de manera diferente. El maestro;
como se hará llamar de ahí en adelante;
indica que se debe responder siempre “buenos días profesor” y además
indica que se deben poner de pie al lado derecho del pupitre para saludar. El
maestro continúa hablando y da la bienvenida a esa prestigiosa institución.
Señala que celebres líderes del entorno
han sido formados en ella y que seguramente
en el futuro ellos también serán personas dignas de tomar las riendas de la
sociedad. Comenta que la institución ha elaborado un planeación de estudio y
unos métodos muy precisos de lo que ellos deben aprender.
También
les decía: “ahora ustedes están bajo nuestro cuidado. Sus familias esperan que hagamos lo mejor por
ustedes. Sabemos que cuando se es joven son muchas las tentaciones que los
desvían del camino, pero con nuestra experiencia y valores estaremos prestos a
llevarlos por el camino correcto”.
El
maestro hace un especial énfasis en que los estudiantes deben portar el uniforme
muy bien presentado. Que la forma como
se debe llevar la camisa, el saco, el pantalón, los zapatos y el peinado debe
ser la adecuada. Se aclara que estas normas son fundamentales ya que con ellas
se “forman personas de bien” alejadas de los vicios y costumbres que fuera de
la escuela se observan. De repente a nuestro joven viajero en su mente le
asalta una idea algo graciosa: “vestidos todos igualitos y peinados todos
igualitos, pareceremos una versión miniatura de unos funcionarios del
gobierno”. Con lo anterior el joven saca una conclusión: “el uniforme no solo
es para las prendas que se usan; también lo es para la forma con se piensa y se
actúa”.
El
maestro continua diciendo que dentro del salón solo se habla cuando el maestro
lo indique y que el orden de los pupitres es el que el maestro determine. Además
cualquier falta al orden o a las buenas maneras será severamente castigada; “ya
que esta es una institución que se ha caracterizado por que sus disciplina es
rigurosa y se ha demostrado que ese es el mejor método para formar jóvenes”. En
nuestro joven tanta autoridad causa miedo; pero también sabe que en algún
momento se descuidaran y podrá “hacer de las suyas”
Nuestro
joven estudiante, que es un niñito de
seis años, a estas alturas de la inducción ya está cansado de tanto reglamento.
Mientras espera rígido sentado en su silla, solo piensa en la hora de salir a jugar, tomar “onces” y
hacer amiguitos; lo propio de cualquier niño. O sorpresa cuando se da cuenta
que el descanso es muy corto y que incluso en él lo están controlando. Después
un maestro le explica que no se puede permitir que cuando los jóvenes no están
en clase cometan faltas o se desvíen de su formación y por lo tanto en estos
espacios también deben ser vigilados. Dicen que en estos lugares “el estudiante
al charlar con otros y al reuniesen pueden aprender cosas que se no le convienen o formar grupos para hacer cosas no muy
sanas”. Es decir el descanso también será
algo aburrido y todo indica que los maestros tienen muy claro que es lo
que le conviene al estudiante. Lo que ocurre es que aquello que al estudiante
le conviene parece no gustarle y mucho menos disfrutarlo.
Luego
llega el momento de las clases de verdad. Cuando el maestro hace el anuncio de
que a continuación les va a decir lo que van a aprender al joven, su imaginación le comienza volar. Él ya se imaginaba
en la ciudad charlando con las personas, en el bosque, los museos, los laboratorios, las bibliotecas y muchos
otros lugares en los cuales el estudiante consideraba muy importantes para
aprender algo. Quería tocar, ver,
saborear; quería entrar en contacto con ese nuevo mundo. Pensaba en las
mariposas, las fábricas, las pinturas, las aventuras y los misterios. Pocos
segundos después sale de este sueño, justo cuando el maestros deja caer sobre el
escritorio un grueso libro, el cual insistió que debía ser recitado de memoria
debido a su enorme importancia. El maestro le explico que aprenderían algo de
ciencias, matemáticas, algo de artes y que en algunas oportunidades saldrían
del salón, principalmente para ir a misa. La idea que tenía este niño de aprender cosas
viviéndolas, experimentándolas o acercándose a ellas lentamente se derrumbaba.
Por
otro lado, la participación en rituales de corte religiosos no era nada nuevo
para él, pero aquí parecía ser algo diferente, ya que se esforzaban por hacerle
reconocer que el a su corta edad ya era un pecador y que incluso sin hacer nada
ya estaba pecando. No podía entender que
los grandes, a quienes observaba haciendo cosas
que definían ellos mismo como pecados, no sentían ningún tipo de
remordimiento por hacerlo. Incluso llegó
a pensar que el cumplimiento de las normas era para los niños y no para los
grandes. Pero al ver que los adultos decían una cosa y hacían otra; prefirió
dar más crédito a lo que ellos hacían.
Un
día el maestro les dijo que aprenderían otra lengua. Al joven que aún no se resignaba
a perder su imaginación; pensó que se trataría de aprender lenguas de países
cercanos y de otros más lejanos de los cuales había oído hablar. Pensaba “sería
muy bueno saber hablar y entender otras lenguas para conocer otros países y
otras personas. Seguramente allá también hay cosas interesantes”. Pero cuando le dijeron que se trataba de un
solo idioma y que era el más hablado por esos días por qué se trataba de la
lengua de una nación muy poderosa que podía determinar el rumbo de las demás;
la frustración nuevamente lo invadió.
Así
pasaron los días. A medida que fue conociendo cada vez más cosas e
identificando como funcionaba esta escuela, nuestro niño viajero del tiempo creyó que había cometido un serio error al
programar su máquina del tiempo, ya que en realidad no sabía si había viajado
al pasado o al futuro o si seguía estando en una forma de presente. Pero sus
años de niñez se acababan y ya no regresarían. Estaba perdiendo su tiempo de
niñez.
Escrito
por.
RODRIGO
ALFONSO LOPEZ CASALLAS.
[1]
Como telón de fondo de esta historia se usará la revisión los textos de
SNYDERS, Georges: “La pedagogía en Francia en los siglos XVII y XVIII”, en
DEBESSE y MIALARET: Historia de la
pedagogía II, pp. 13-47, MONTAIGNE,
Michel de: De la educación de los hijos.
y ROUSSEAU, Jean-Jacques: Emilio o de la educación, Libros II y
III. En esta historia se pretende hacer una especie de reconstrucción de la
escuela tradicional para finales de la edad media presentadas como el contexto
de “el claustro” tomadas de SNYDERS y algunas reflexiones importante sobre cómo
debería ser la educación para los niños extraídos de los textos de MONTAIGNE y
ROUSSEAU. A lo largo de la historieta se
pretende hacer un paralelo con la realidad de la escuela actual denominada por
muchos como “moderna”.
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